-Mmmmm..-
Oso González abrió los ojos poco a poco. Estaba sonando el
teléfono.
Oso
González se levantó de la cama de un salto. Bajó las escaleras,
rápido como una flecha, y se llevó una gran sorpresa al ver que
Pelusa ya estaba levantada y, había cogido el teléfono.
Oso
González esperó a que Pelusa colgase el teléfono para preguntar:
-¡Ah!
No che vich llegarch. Erach mich madrech...
Oso
González notó que a su amiga Pelusa le pasaba algo, por esa misma
razón, preguntó:
-Pelusa,
¿te pasa algo?
-Noch,
nadach... Bueno... Ech que... mich madrech queríach quech mech
fuecha a chu cacha porch navichades...
-Oh.
Pensaba que pasarías las navidades aquí, conmigo...
-Mmmm...
Pelusa
estaba triste, y también lo estaba Oso González. Él intentó
arreglar las cosas:
-Bueno...
Aún tenemos tiempo de estar juntos porque te irás otro día...
Pero
Pelusa interrumpió:
-Mi autobúch chale ench doch horach...
-Mi autobúch chale ench doch horach...
-Bueno...
Vamos, te ayudaré a preparar las maletas...
Llegó
la hora. Oso González y Pelusa intercambiaron una mirada.
-Adióch,
Oso González.
-Adiós,
Pelusa.
El
autobús cerró sus puertas. Pelusa se acomodó en el primer asiento
que vió libre y saludó a Oso González desde su ventanilla,
mientras murmuraba: ”Grachiach porch cher mich amigoch, Oso
González.“
-Mmmmm...-Oso
González parpadeó. Era otro día. El día de Navidad. No tenía
ganas de levantarse, pues, sabía que Pelusa no estaría. Volvió a
cerrar los ojos y pensó, que pasaría si Pelusa estuviese ese día
allí, con él. Probablemente Oso González bajaría las escaleras, y
al llegar al primer piso, Pelusa le estaría esperando, debajo del
árbol de Navidad, con su regalo en las patas. Pero sólo era una
fantasía. Se levantó despacio, muy despacio de la cama y bajó las
escaleras. Para su sorpresa, había un regalo debajo del árbol.
”Bueno, quizás Pelusa me lo dejó ayer, cuando se fue.“
Oso
González lo abrió.
¡Era
Pelusa! ¡Estaba allí! ¡Con Oso González!
-¡Pelusa!
Pero... ¿cómo?
-Me
chubí al autobúch, peroch me chentí tristech, llamé a mi madrech
y ¡chorprecha! Aquích echtoy.
-Gracias,
Pelusa.
-Porch
algoch choy tu mechor amigach...
Los
dos amigos se dieron un gran abrazo, y Oso González descubrió que
el mayor regalo de todos, es la amistad.
Continuará...
El
próximo mes