Buena idea
-¡Sorpresa!
-gritamos, al ver la cara de sorpresa de Algodón, en la puerta de su
casa. -¡Feliz cumpleaños, Algodón!
-Gra...
¡Gracias! -consiguió tartamudear. -¡Pasad!
Entramos
en su casa y le tendimos la tarta y su tarjeta de felicitación.
Después de agradecérnoslo, nos ofreció algo para picar. Lo
aceptamos encantados y nos pusimos a jugar por el jardín.
Al
cabo de un rato, cuando ya estábamos cansados, entramos en casa y
comenzamos a charlar.
-¿Qué
haréis en Navidad? -preguntó Algodón.
-Yo
iré a casa de mis abuelos. -contesté.
-Nosotros
también. -Claire y Alexander hablaron al unísono, como ya era
natural.
-Yo
no he tenido tiempo de pensarlo, estoy muy estresado con todos los
exámenes.
-Venga,
hombre, ¡si no es para tanto! -le animó Alexander.
-Sí
que lo es. -Algodón apartó la vista. -Esta semana he tenido siete
exámenes, y la que viene tendré otros tantos.
Los
hermanos koala intercambiaron una mirada.
-Además,
a mí sólo se me dan bien los idiomas. ¡Soy lo peor en matemáticas!
-Algodón,
no te preocupes, podemos ayudarte. -salté yo.
-Cierto.
Oso González es bueno en matemáticas, y nosotros en las ciencias.
Si tú eres bueno en los idiomas, ¡podríamos ayudarnos mutuamente!
-razonó Claire. Algodón levantó la mirada y asintió, feliz.
-Podemos
quedar todos los viernes, por ejemplo. Cada vez en una casa distinta.
-¡Y
podríamos quedarnos a dormir!
-¡Eso
sería genial!
-Empezaremos
el viernes que viene.
-¡Sí!
¡En nuestra casa! -Claire parecía muy dispuesta. Todos nos echamos
a reír.
-Aunque
sólo quede un viernes antes de Navidad, no veo por qué no. -admití,
al ver que todos me miraban, pues yo no había dicho nada hasta el
momento. -Incluso podríais venir a mi casa.
Después
de otro rato discutiendo, por fin quedamos en reunirnos el viernes
siguiente en mi casa. Así podríamos ayudarnos mutuamente, e incluso
a nosotros mismos.
Llegó
la hora de irse, y me despedí de Algodón.
-¡No
os vayáis! ¡Lo hemos pasado muy bien! -de pronto, se le iluminó la
cara. -¡Quedaos a dormir! -miró a su madre, quién estuvo de
acuerdo con la idea.
-Yo
tendría que llamar a mi casa... -contesté.
-¡Pues
aquí tenéis el teléfono! -lo acepté y llamé a mi casa. Me
emocioné al saber que mis padres estaban dispuestos. Después de que
Claire y Alexander llamaran también, comenzamos a dar saltos y reír.
Cenamos,
y, tras ver un rato la televisión, nos acostamos. Pasamos casi toda
la noche en vela, sin parar de hablar y reír. Claire fue la primera
en dormirse, pues no le gustaba estar despierta. Después, Alexander
y yo nos dormimos casi al mismo tiempo, aunque yo me desperté media
hora después. Me giré hacia Algodón, quién miraba al techo, con
una sonrisa de oreja a oreja. Probablemente se sintiera mucho mejor
ante el hecho de la ayuda para estudiar. Me alegré por él, aunque
también por mí mismo.
Continuará...